Más de noventa años atrás se logró la primera comunicación telefónica entre San Miguel de Tucumán y la vecina ciudad de Santiago del Estero. Con un gran titular que ocupaba todo el ancho de la página 6 de la edición del 5 de diciembre de 1930, LA GACETA anunciaba: “Por primera vez se habló ayer por teléfono entre Tucumán y Santiago del Estero”.
La noticia debe haber causado sensación entre los tucumanos que podían comunicarse con una ciudad distante más de 160 kilómetros por medio de un cable. La crónica decía: “este acto realmente promisorio, es de trascendental importancia en materia de comunicaciones, pues en breve se iniciarán los trabajos para conectar Tucumán con Salta y a la espera de un plazo no muy lejano, la extensión de los tramos permitirá a la Compañía Argentina de Teléfonos extender su red hasta la Capital Federal”. Luego seguía enumerando los beneficios que el adelanto traería a la provincia. “Este plan que con todo tesón se viene desarrollando permitirá al lector deducir como podrán estrecharse más aún las distancias con las distintas capitales y las ventajas que ello supondrá para el comercio y los Estados en general”, manifestaba el cronista con fervor.
¿Quién habrá tenido el privilegio de ser el primero en usar esa línea de comunicación? Nada menos que el interventor federal Ramón Castillo, quien había sido designado por las autoridades que habían derrocado al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen.
A las 10.30, Castillo estaba en su despacho junto a otros funcionarios y a representantes de la compañía telefónica, además de periodistas locales y porteños. El interventor tomó el aparato para hablar con Francisco García, interinamente a cargo de la intervención santiagueña durante 10 minutos. Las palabras fueron: “es muy grato saludarlo y me felicito que al inaugurar oficialmente este moderno medio de comunicación deba dirigirme a un hijo de Tucumán; envío mis saludos al pueblo de esa Provincia y espero que sea éste un vínculo más de unión entre ambos pueblos”. También reconoció la tarea realizada por la compañía: “en el desarrollo de esta obra de gran trascendencia para ambas provincias y el norte del país”.
Minutos después de inaugurada la línea nuestro diario recibió una llamada del director del diario santiagueño “El Liberal”, José Castiglione, quien habló con Alberto García Hamilton, director de LA GACETA en aquellos años. Ambos expresaron la importancia que la línea abría para la comunicación. Además, intercambiaron opiniones positivas del trabajo de ambos diarios y saludaron al personal de ambas firmas periodísticas.
“La línea inaugurada cubre una distancia de 300 kilómetros (dos cables de unos 150 kilómetros cada uno). Está colocada sobre una empalizada de postes de abeto de entre 8 y 9 metros de altura. Desde Tucumán salen los circuitos de cobre que permiten establecer tres comunicaciones al mismo tiempo”, continuaba la crónica. También se contaba el plan de trabajo para extender la línea para llegar a Buenos Aires en el corto tiempo. Se hablaba de los “núcleos extensibles” que abarcaban los distintos centros urbanos que luego se unirían con una red telefónica. Castillo refirió, luego de la llamada, su sorpresa por la nitidez con que oyó las palabras y agregó que no encontraba diferencia con las comunicaciones ordinarias del radio de la ciudad. También felicitó a los técnicos de la empresa.
Interventor
El interventor Ramón Castillo, catamarqueño de Ancasti nacido en 1873, gobernó Tucumán entre 1930 y 1931, y acompañó como vicepresidente a Roberto Ortiz en las elecciones de 1938. En 1942, al morir Ortiz, accede a la Presidencia de la Nación y es derrocado por la Revolución de 1943. Murió el 12 de octubre de 1944.
Estafas telefónicas
“Un nuevo método parta obtener dinero a expensas del bolsillo del prójimo ha sido puesto en práctica en los últimos días por una banda de estafadores que no solo ha recorrido los comercios de la ciudad sino también los domicilios particulares. Amparados los delincuentes en la labor que realiza la Compañía Argentina de Teléfonos, han venido desarrollando sus actividades, hasta que algunas víctimas se han dado cuenta de la estafa y han puesto en conocimiento a las autoridades”. De esta manera nuestro diario informaba en febrero de 1930 sobre la operación de una banda que obtuvo dinero de varios clientes telefónicos para una campaña “pronacionalización del teléfono” y hasta entregaron recibos con el nombre de la firma.
Según nuestro cronista: “los estafadores se apersonaban provistos de un gran croquis del país, en el cual estaban marcadas las líneas a construir por la hipotética empresa. Argumentaban sólidamente acerca de la necesidad de coadyuvar en una campaña de pronacionalización del teléfono que ya contaba con las simpatías unánimes de los vecinos de otras ciudades del país”. Justamente ese mismo año la empresa telefónica trabajaba en la concreción de la línea que uniría Tucumán con Santiago del Estero y que se concretó en diciembre.
Varios clientes hicieron la denuncia ante la División de Investigaciones de la Policía local. Al parecer al conocerse esta información dejaron de lado la “campaña” y desaparecieron tanto los mapas como los estafadores.
Su accionar estaba bien planeado ya que “contaban a su favor con el hecho de que la empresa de teléfonos desarrolla una intensa labor para el perfeccionamiento de ese servicio lo que generaba simpatía en el público”. Y como se identificaban con la compañía “eran bien recibidos, y de allí que la consumación del delito les resultaba fácil”.
La fama de la firma imponía respeto, “hasta que alguien observó un detalle un tanto sugestivo, se apersonó ante las oficinas de la empresa, donde recibió la certidumbre de que había sido estafado”.
Un inventor olvidado
El telettrofono o teléfono fue inventado en 1854 por el italiano Antonio Meucci. Su interés era poder comunicarse desde su oficina con su dormitorio para hablar con su esposa, que estaba inmovilizada en cama por una enfermedad. Era el precursor del teléfono actual, pero Meucci no tenía los 250 dólares para patentar el invento, de forma que su descubrimiento nunca fue reconocido. Durante mucho tiempo, Alexander Graham Bell fue considerado el inventor del teléfono, pero sólo porque fue el primero en patentar el dispositivo, en 1876. Meucci decidió litigar para que les sean reconocidos sus derechos, pero nunca lo logró en vida. Murió pobre y olvidado a los 81 años, en 1889. Su revancha llegó más de un siglo después, cuando en 2002 la Cámara de Representantes de Estados Unidos lo reconoció como el inventor del aparato.